6 jun 2013

El Cuento Y Las Cuentas


Bebiendo un café fuerte mientras leo este simpático texto en el blog de Emilio Ichikawa: La Buena Vida Feliz de... Adita se me antoja que, a diferencia del autor, veo las cuentas claras. Más o menos así: 

¿Qué ha aportado Adita a esta sociedad? ¿Nada? 

Efectivamente, nada. Si no te gusta la respuesta, cambia la pregunta. La otra opción para revalorizar a Adita es no hacer esa pregunta, porque lo cierto es que sociedad y socialismo van de la mano, tanto como contribuir y repartir. En definitiva, para que quede verdaderamente limpio habría que botar el niño junto con el pañal. 

¿Quién ganó, si es que alguien ganó algo, cuando Adita se aprovechó de la oportunidad que le dio Reagan y vino para acá? 

Adita ganó, más que nada en satisfacciones emocionales. Adita las necesitaba tanto como los gringos a la marihuana, la cocaína o los fármacos neuronales. También ganaron los parientes en Cuba, como es natural. Desde luego, igualmente ganaron los patrones que encontró en Miami, así como los hijos de esos patrones. Y sobre todo ganó el clan Castro, porque Adita, junto a otros muchos miles de mulas y remeseros, les apuntaló la finca. 

De los ganadores indirectos no vamos a hablar, puesto que entonces pasando por el mexicano que le limpia el jardín al sobrino pelotero llegaríamos hasta un chino de la provincia de Sichuán que encontró trabajo en Guangdong fabricando la pacotilla que llevaba Adita a Cuba. 

¿Por qué Adita y los muchachones que ella ayudó a criar y los embutió de picadillo y plátanos maduros del Sedano para que echaran esos cuerpos forman parte de porcientos diferentes? 

Porque no son iguales: no nacieron en el mismo lugar, no fueron a las mismas escuelas y ni siquiera hablan los mismos idiomas. Además de que las estadísticas se rigen por números –en este caso, de dólares–, y que la única manera de mantener el orden es clasificando, y que la única manera de clasificar grandes cantidades –de personas, en este caso– es usando las estadísticas. 

Y, si bien no es por eso, sería bonito añadir otra razón más cubana: porque los muchachones no tienen la menor culpa del castrismo. Aunque como probablemente demuestren sus votos en las elecciones americanas esos muchachones no sean ni pizca más inteligentes que los parientes de Adita.

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